A veces me sorprenden cercanos lugares, apenas a unos golpes de gas de casa, donde la naturaleza, con su creadora fuerza, forma bellos paisajes.
Salimos de casa con la intención de ir a visitar las ruinas de un Castillo, no diré cual. Para la ocasión iremos en la Dakar los dos, cómodos sin protecciones y con botas de montaña para poder pasear a gusto. La costumbre de las últimas salidas, y el buen clima invernal que hemos tenido, me hace confiar en la temperatura, gran error, poco después de salir de casa ya estoy pasando frío, y es que me he acostumbrado al calor que da ir por pistas...
Ya a cierta distancia de la ciudad, paramos a calentarnos al Sol en plena naturaleza. El aire es helado y aun nos queda un buen trecho.
Es entonces cuando decidimos cambiar nuestro destino inicial. Hace poco que he visto en la carretera el desvió al Cañón, el cual recordaba haber inspeccionado hace tiempo en el mapa y la ortofoto...
Nos acercamos al cercano pueblo y almorzamos calentitos en un bar. Para después volver atrás y pistear hasta el bonito y solitario Cañón.
Quizás hace años, en un intento de usarlo como reclamo turístico, el linde del Cañón fue vallado, con esas típicas vallas de madera. Hoy en día el propio Cañón ha devorado gran parte del vallado y la naturaleza se impone de nuevo.
El lugar es impresionante
Dejamos la Dakar y paseamos junto al borde del Cañón.
El suelo, de tierra y piedra, azotado por el agua ha ido creando estas bonitas formaciones, donde muchos de los árboles luchan por seguir erguidos en la cumbre al borde del precipicio
Abajo, fálicas formaciones se yerguen
En la lejanía observamos más paredes, pero están fuera de nuestro alcance hoy, pues no conozco las pistas... Quedan pues pendientes para investigar otro día.
Desde aquel puntal he hecho las tres fotos anteriores
Que tranquilidad, no se ve un alma. El Cañon es todo nuestro.
No puedo evitar ir hasta uno de los bordes… aunque no da mucha confianza este suelo, que parece que en cualquier momento pueda hundirse.
Todos los alrededores están plagados de coníferas, hasta allí donde alcanza la vista.
Tras un buen rato disfrutando del lugar, volvemos por la pista por la que hemos llegado, pero llegados a un desvío de los tomados, decidimos ir a explorar otro de los caminos.
El cual, para ir dos en una moto, no tarda muchos kilómetros en ponerse duro. Como no se hacia donde voy, pues nada de esto estaba previsto, acabamos por dar la vuelta y volver por donde hemos venido.
Ya sé que habitualmente cuento dónde están los sitios, pero este en concreto de momento me lo quedo para mí. No pasará mucho tiempo hasta que vaya de nuevo a visitarlo, por caminos transitables, desde conocidos lugares... Seguro que se puede hacer una bonita ruta, y más de uno se apuntará.
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